Mi amigo el extraterrestre
Jean Pierre La Madrid Correa, creador del texto y los dibujos de esta composición. Cursa el Básico I (Primero de Secundaria), además es Corresponsal Escolar del diario El Comercio del Perú.
Hoy estamos yendo a un campamento en Chilca, junto a mi amigo José y mis otros compañeros del salón. Hemos llegado a las 10 de la mañana, José y yo hemos decidido quedarnos a bañarnos en las lagunas de Chilca, ya que sus aguas son tan cálidas y relajantes, pero no pudemos quedarnos hasta la tarde; pues después iremos a la playa a acampar con los demás. Después de 15 minutos de viaje hemos llegado a la playa Yaya donde acamparemos y disfrutaremos de la brisa nocturna. Jugamos hasta cansarnos y finalmente nos fuimos a dormir, ya que la gente de Chilca dice que en las noches aparecen ovnis y se meten debajo del mar porque allí tienen una base extraterrestre en lo más profundo, donde el hombre no ha podido llegar.
De pronto a la una de la mañana sentimos un fuerte oleaje en el mar que nos remeció el cuerpo, con temor vimos en el cielo unas pequeñas luces parpadeantes que opacaban nuestra visión e incluso a la luna.
Temerosos nos metimos a nuestras carpas pero en eso, vimos que aquellas luces ya habían desaparecido. Entonces José y yo decidimos salir. Para nuestra sorpresa vimos que en la orilla del mar había un platillo volador. Saliendo de nuestro asombro y observándolo más detenidamente, notamos que de la nave salía una criatura extraña y peculiar, su cabeza era como una pera, estaba un poco gordo, era verde y sus ojos eran como unos lentes negros ahumados.
José estaba atemorizado y se metió a la carpa a dormir. En cuanto a mí, decidí investigar por mi propia cuenta, acercándome más y más. Sentí un ruido que salía de la nave, me asomé presuroso y me di con la sorpresa que no era uno solo, sino que habían varios. Parecía una familia completa; poco a poco me fui haciendo de su agrado y me invitaron a entrar a su nave. Era algo espectacular, tanto que no se podría explicar con simples palabras.
Me miraron fijamente y sentí, sin oír una sola palabra, que me saludaban en forma amable. Se estaban comunicando telepáticamente conmigo. Me pidieron que cuidara a su hijo, ya que su planeta estaba siendo invadido por otras especies raras. Acepté y estuvieron muy agradecidos, luego enrumbaron hacia su planeta.
Traté de esconder al extraterrestre que se llamaba Quimo, pero mi amigo José lo vio y quedó pasmado. José se hizo amigo de Quimo y prometimos esconderlo. Al volver del campamento escondí a Quimo en mi closet, peromi travieso hermano Miguel, lo descubrió. Le pedí por favor, que no lo delatara y le regalé un carrito a control remoto, pero el muy pícaro le dijo a mis padres. Ellos al principio no lo creían y me dijeron que estaba loco, pero cuando se los mostré quedaron como hipnotizados.
Pasó un mes y los padres de Quimo vinieron a recogerlo. Yo me había encariñado con Quimo y no quería despedirme de él. Al ver mi rostro acongojado, los padres de Quimo me dijeron, telepáticamente, que yo podría ir con ellos a su planeta llamado Uruk. Me carcomía la curiosidad. En un primer momento iba a aceptar pero me acordé de mi familia, ya que los iba a extrañar y ellos a mí. Me encontraba entre la espada y la pared, tenía que tomar una decisión rápida; además mi mamá se había enfermado y tenía que cuidarla. Sorpresivamente en ese momento llegó José y para mi asombro aceptó inmediatamente la invitación de los extrarrestres y se fue con ellos.
Después de apróximadamente un año, José regresó y me confesó su secreto: ¡Él también era un extraterrestre! Su verdadero nombre era Reik y era de la estirpe de una raza imperial que había llegado a la tierra a conocer los hábitos de los humanos.
Cada día que pasaba, José me contaba más y más del universo y me mostró su nave que estaba debajo del mar de Chilca. Cuando estuve en ella pude ver la tecnología que habían desarrollado.
Desde ese momento, cada fin de semana voy a visitar la base extraterrestre en las profundidades del mar ya los amigos que hice en ese lugar.
De pronto a la una de la mañana sentimos un fuerte oleaje en el mar que nos remeció el cuerpo, con temor vimos en el cielo unas pequeñas luces parpadeantes que opacaban nuestra visión e incluso a la luna.
Temerosos nos metimos a nuestras carpas pero en eso, vimos que aquellas luces ya habían desaparecido. Entonces José y yo decidimos salir. Para nuestra sorpresa vimos que en la orilla del mar había un platillo volador. Saliendo de nuestro asombro y observándolo más detenidamente, notamos que de la nave salía una criatura extraña y peculiar, su cabeza era como una pera, estaba un poco gordo, era verde y sus ojos eran como unos lentes negros ahumados.
José estaba atemorizado y se metió a la carpa a dormir. En cuanto a mí, decidí investigar por mi propia cuenta, acercándome más y más. Sentí un ruido que salía de la nave, me asomé presuroso y me di con la sorpresa que no era uno solo, sino que habían varios. Parecía una familia completa; poco a poco me fui haciendo de su agrado y me invitaron a entrar a su nave. Era algo espectacular, tanto que no se podría explicar con simples palabras.
Me miraron fijamente y sentí, sin oír una sola palabra, que me saludaban en forma amable. Se estaban comunicando telepáticamente conmigo. Me pidieron que cuidara a su hijo, ya que su planeta estaba siendo invadido por otras especies raras. Acepté y estuvieron muy agradecidos, luego enrumbaron hacia su planeta.
Traté de esconder al extraterrestre que se llamaba Quimo, pero mi amigo José lo vio y quedó pasmado. José se hizo amigo de Quimo y prometimos esconderlo. Al volver del campamento escondí a Quimo en mi closet, peromi travieso hermano Miguel, lo descubrió. Le pedí por favor, que no lo delatara y le regalé un carrito a control remoto, pero el muy pícaro le dijo a mis padres. Ellos al principio no lo creían y me dijeron que estaba loco, pero cuando se los mostré quedaron como hipnotizados.
Pasó un mes y los padres de Quimo vinieron a recogerlo. Yo me había encariñado con Quimo y no quería despedirme de él. Al ver mi rostro acongojado, los padres de Quimo me dijeron, telepáticamente, que yo podría ir con ellos a su planeta llamado Uruk. Me carcomía la curiosidad. En un primer momento iba a aceptar pero me acordé de mi familia, ya que los iba a extrañar y ellos a mí. Me encontraba entre la espada y la pared, tenía que tomar una decisión rápida; además mi mamá se había enfermado y tenía que cuidarla. Sorpresivamente en ese momento llegó José y para mi asombro aceptó inmediatamente la invitación de los extrarrestres y se fue con ellos.
Después de apróximadamente un año, José regresó y me confesó su secreto: ¡Él también era un extraterrestre! Su verdadero nombre era Reik y era de la estirpe de una raza imperial que había llegado a la tierra a conocer los hábitos de los humanos.
Cada día que pasaba, José me contaba más y más del universo y me mostró su nave que estaba debajo del mar de Chilca. Cuando estuve en ella pude ver la tecnología que habían desarrollado.
Desde ese momento, cada fin de semana voy a visitar la base extraterrestre en las profundidades del mar ya los amigos que hice en ese lugar.
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